3.13.2007

Todo personal.

A pesar de haber escuchado ‘Ahí vamos’ y haber gustado de él.
A pesar de conocer ‘Bocanada’ y saber que es un muy buen disco.
A pesar del interminable ‘Amor amarillo’.

Yo esperaba eso y más. Cuando el sábado vi a Cerati esperaba eso y más.

Diez años se estarán cumpliendo en septiembre de la despedida de los grandísimos Soda Stereo. Si son buenos, si nos gustan, es discutible, claro. Los gustos nunca son absolutos. Lo indiscutible de estos muchachos fue su importancia, su impronta. Aquí y en toda Latinoamérica.

Diez años, y ahora se comenta que el cachet sería de un millón de dólares por año transcurrido. Ahora se dice que son diez los millones de dólares que Soda está recibiendo como oferta para juntarse.

‘Estamos más cerca que antes’, dijo Cerati cuando se lo entrevistó en vistas de su presentación el sábado 10 de marzo para cerrar la programación estival de los ‘Actitud Buenos Aires’.

Entre las doscientas mil personas que lo vieron en el megarecital en los lagos, había gente de todas las edades, de todos los sexos, para todos los gustos. Había padres con sus hijillos sobre los hombros, alucinados con el despliegue de luces y sonidos que Cerati ofreció. Había chicas-glam, con cortes de pelo excéntricos, remeras a lunares, y los últimos trabajos del ex Soda bajo el brazo. Habíamos quienes siempre que lo vamos a ver, vamos porque sus discos nos han parecido muy buenos, pero sobre todo porque queremos que toque algún temita viejo.

Porque, innegable, los momentos cumbres de las presentaciones de Cerati son siempre cuando suena Sodita.
El público se lo pide y, supongo yo, Cerati lo disfruta. Porque han quedado lejos ya sus enfrentamientos con Alberti. Y él sabe que toda esa cosecha, es de su siembra.

Así es como cuando su guitarra riffea ‘Juegos de seducción’ el público enloquece. A muchos nos remontará a diez años antes, en River. Porque aunque no incluida en los lados A y B del famosísimo ‘Ultimo concierto’, ‘Juegos de seducción’ brilló en River aquel 20 de septiembre de 1997. Quizá sea eso lo que me transporta a ese Monumental colmado de gente. Todos despidiendo a la banda. Quizá porque la primera vez que en tu cabeza te tiemblan las piernas sobre una grada del Liberti, es en ‘Persiana americana’. O quizá también se deba a que el primer primerísimo concierto al que asististe fue en la 9 de Julio. Gratis. Allí por 1991. Junto a tu primer gran compañero de conciertos, que te sostuvo en andas todo el tiempo. Vos fuiste una de las doscientas cincuenta mil personas que estuvo ahí. Yo estuve ahí. Y la primer canción que compartí con una estrella de rock, él arriba del escenario, yo abajo, fue ‘Pic-Nic en el 4°B’. Claro, a los seis años tiene que ser algo bien pegadizo.

Es por eso que Cerati me sigue convocando. Porque me moviliza todo eso. Porque sus discos solistas son buenos, muy. Porque su Soda Stereo es, para mi persona, fundacional.


Así que aquí estoy. Asistiendo una vez más a la grandísima convocatoria de este ya cuarentón largo. A su guitarra, a la de Coleman, imbatible. A Samalea, y a toda la gran banda que está junto a él sobre el escenario. A su voz, de las mejores en este país, sin dudas.

Asisto. Porque lo último es muy bueno. Y lo pasado es, simplemente, imprescindible.

Vos, productor de los diez millones, aquí tienes carne para tu asado.

2.06.2007

El por qué de mi deseo póstumo.

No es una cuestión de lugares comunes. Lugares comunes tanto geofísicos, como linguísticos. No es por mera costumbre. Porque es habitual y sucede en todos los culebrones.
Es simplemente que recuerdo el mar como el primer lugar donde mi madre me dejó sola, a mi merced. Donde sentí la libertad.
Antes de ir al kiosco de Lacroze y Luis María Campos a comprar el diario los domingos al mediodía, mi madre me dejó ir sola al mar. ‘Te miro desde aquí’, me dijo mientras se armaba su trinchera maternal con los talones sobre la arena.
Y por primera vez fui soberana de mi misma, y conciente a la vez. Entonces el mar es una experiencia única, irrepetible. Es la libertad hecha fenómeno natural.
No es que desde siempre en mi casa suena ‘Mediterráneo’.Por suerte suena, sí. Pero no es eso.Es algo más.Es que la libertad dobló su apuesta. Y las cosas que hoy recordás con nostalgia, con afecto, y con una risita picarona, sucedieron allí. En el mar. A pocas cuadras.
Es que cuando la noche se terminó, porque day destroys the night, miraste al frente y estaba el proceloso cuidándote.

Tiren mis cenizas al mar. Y sanseacabó.