2.06.2007

El por qué de mi deseo póstumo.

No es una cuestión de lugares comunes. Lugares comunes tanto geofísicos, como linguísticos. No es por mera costumbre. Porque es habitual y sucede en todos los culebrones.
Es simplemente que recuerdo el mar como el primer lugar donde mi madre me dejó sola, a mi merced. Donde sentí la libertad.
Antes de ir al kiosco de Lacroze y Luis María Campos a comprar el diario los domingos al mediodía, mi madre me dejó ir sola al mar. ‘Te miro desde aquí’, me dijo mientras se armaba su trinchera maternal con los talones sobre la arena.
Y por primera vez fui soberana de mi misma, y conciente a la vez. Entonces el mar es una experiencia única, irrepetible. Es la libertad hecha fenómeno natural.
No es que desde siempre en mi casa suena ‘Mediterráneo’.Por suerte suena, sí. Pero no es eso.Es algo más.Es que la libertad dobló su apuesta. Y las cosas que hoy recordás con nostalgia, con afecto, y con una risita picarona, sucedieron allí. En el mar. A pocas cuadras.
Es que cuando la noche se terminó, porque day destroys the night, miraste al frente y estaba el proceloso cuidándote.

Tiren mis cenizas al mar. Y sanseacabó.